Sordera espiritual.
Escrito por Enoch de Oliveira
"Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien" Marcos 7:35
Llevaron a presencia de Jesús a un hombre sordo y mudo, rogándole la gracia de que lo curara. Jesús lo llevó aparte y, al abrigo de la indiscreción malsana del populacho, realizó uno de sus conocidos milagros. Tocando con sus dedos los oídos del sordo y humedeciendo con saliva la lengua endurecida del pobre tartamudo, levantó los ojos al cielo y clamó solemne: "Efata", que en arameo significa "ábrete". Como resultado, los oídos se abrieron y el mudo pudo hablar normalmente. Jesús le pidió que no contara a nadie lo que había sucedido.
En nuestros días hay un avivamiento de alcance mundial del interés en la cura por fe. Los mesías proliferan por todas partes anunciando poderes extraordinarios. En diferentes lugares, en tiendas de lona o en respetables salones, se apiñan centenas y miles de personas arrastradas por una onda de emociones. Se ve en esos mesías sanadores poco deseo de seguir el ejemplo de Jesús, cuando, después de realizar el milagro "mandó que no lo dijesen a nadie" (Mar. 7:36). Mientras que el lema entre esos mesías es: "Cuénteselo a todo el mundo".
En el milagro operado por Cristo vislumbramos su poder para curar la sordera espiritual. En efecto, él puede dar al mayor de los pecadores la capacidad auditiva para oír la voz del Espíritu Santo, llevándolo a escuchar con deleite la predicación de la Palabra antes despreciada. Él desea tocar nuestra lengua y transformarla en instrumento de bendiciones, a través del cual Dios desea hablar a otros de su amor.
Los que fueron testigos de aquel milagro repetían maravillados: "Bien lo ha hecho todo". Ciertamente, no entendían el significado de lo que decían. Pero las palabras que profirieron encerraban una gran verdad. "Nuestro Dios hace todo bien".
Él nos mostró la locura del pecado, nos despojó de nuestros ídolos y nos lavó en su preciosa sangre. No sabemos si los días que tenemos por delante serán muchos o pocos, venturosos o días de prueba; pero tenemos la certeza de que nuestra vida está escondida en las manos de quien "lo hace todo bien". Él nos dará y quitará, probará y consolará, siempre en consonancia con sus insondables designios. Con seguridad nos guiará a la ciudad de su habitación.