"Castillo fuerte".
Escrito por Enoch de Oliveira
"Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones". Salmo 46:1
En estos días señalados por la inseguridad, la duda y la incertidumbre, las palabras del cantor de Israel traen a nuestro corazón un tranquilizador mensaje de confianza, seguridad y fe.
¡Nubes densas cubren la tierra! El espectro siniestro de la violencia ronda el mundo. La contaminación del aire que respiramos, del agua que bebemos y de los alimentos que ingerimos nos llenan de temores. Guerras y rumores de guerras. Las catástrofes y los desastres naturales se multiplican por todas partes, y el flagelo del SIDA agrava todavía más las aprehensiones humanas.
Ya no hay más refugio para el ser humano. No obstante, encima de las nubes oscuras que anuncian la tempestad reluce la alentadora certeza contenida en el texto bíblico de nuestra meditación de hoy. Nosotros no tememos los peligros que nos rodean porque en el Señor, la Roca de los siglos, encontramos un refugio para el espíritu turbado y afligido.
Cuando Juan Wesley (1703 - 1791), el predicador que sacudió Inglaterra, agonizaba en Londres, asaltado seguramente por muchos pensamientos, pronunció, ya en la agonía de la muerte, las siguientes palabras: "Dios es nuestro ampara y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones".
Estas palabras inspiraron, a través de los siglos, a los héroes de la fe, comunicándoles coraje y disposición para proseguir el "buen combate de la fe", enfrentando la oposición y desafiando la propia muerte.
Lutero (1483 - 1546) compuso la música y escribió la letra del famosísimo himno "Castillo fuerte", también conocido como la "Marsellesa de la Reforma", inspirado en este salmo.
La causa de la "Reforma" estaba amenazada interna y externamente. Los enemigos conspiraban por todas partes. La vida del "apóstol de la Reforma" estaba en constante peligro. Pero el mensaje contenido en el cántico de David: "Dios es nuestro amparo y fortaleza", parafraseado en su inspirado cántico "Castillo fuerte es nuestro Dios", lo animó a avanzar a victorias todavía mayores que las registradas en las páginas del Antiguo Testamento.
Y este himno se esparció por toda Europa. Nunca morirá, sino que vivirá eternamente, pues su melodía inspiradora suscita en el corazón del creyente la seguridad del triunfo.