Por qué las compañías de seguro están equivocadas.

Escrito por Mark Finley

"El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles". (Mateo 13:38,39).

Un incidente ocurrido hace algunos años en Lake Worth, Florida, llama nuestra atención al origen del mal en el universo. Un hombre había demandado a su compañía de seguros por un accidente provocado por la descarga eléctrica de un cable de alta tensión. La compañía se rehusó a pagar, alegando que el incidente había ocurrido debido a un "acto de Dios". Y los magistrados estuvieron de acuerdo.

Entonces, el hombre respondió ingeniosamente. Entabló un juicio contra "Dios y su compañía", en el que demandó a 55 iglesias cristianas de su ciudad. Durante el proceso en los tribunales, uno de los ministros alegó que la expresión "acto de Dios" (utilizada en estos casos en los Estados Unidos) era inadecuada, porque Dios no causa los accidentes. Más bien debería decirse que este tipo de situaciones corresponde a "actos de Satanás".

Hay dos fuerzas opositoras en el universo -una es buena y otra es mala-; se trata de los poderes del cielo y los poderes del infierno. Como autor del amor y del orden, Dios no es responsable de ninguno de los males que acosan nuestro planeta. Éste es el dominio de Satanás. Odio, sufrimiento, culpa, vergüenza, dolor, remordimiento... todo puede cargarse justamente sobre el gran usurpador.

A menudo, la gente se pregunta por qué, si Dios es tan bueno, el mundo es tan malo. ¿Por qué tiene que sufrir la gente inocente? Son varias las razones. A veces, nosotros mismos nos acarreamos el desastre, por lo que elegimos ser o hacer. El adolescente que pasa toda la noche en una fiesta y al regresar a casa -manejando a 150km por hora- sufre un accidente, puede echarle la culpa a Dios, pero Dios no es responsable de eso. Por otra parte, el joven adulto promiscuo que contrae una enfermedad transmitida sexualmente, también sufre las consecuencias de sus propias elecciones.

A veces, sufrimos por las elecciones de los demás. Los miles y millones de víctimas de las tantas guerras sufridas, padecieron por culpa de gobernantes egoístas, despiadados y sin escrúpulos. Los niños maltratados sufren en manos de adultos pervertidos. Dios no siempre interviene. Permite que el mal siga su curso. No nos quita nuestro libre albedrío. Lucifer hizo una elección trágica en el cielo, pero Dios le permitió hacerla. Y lo mismo sucedió con Adán y Eva.

Cuando la elección de otra persona inflige sufrimiento a una de sus criaturas, Dios permanece al lado de ésta para alentarla, animarla, sostenerla, inspirarla y fortalecerla. Podemos estar absolutamente seguros de que él nunca nos abandonará. Con tal de salvarnos, su amor tiende puentes sobre los abismos más insondables.