Hombres que no se compran.

Escrito por Enoch de Oliveira

"Procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres". 2 Corintios 8:21

Un joven, empleado en un comercio, se esforzaba siempre por cumplir honestamente todas sus obligaciones y, como consecuencia, su patrón depositaba una confianza ilimitada en él. Un día, cuando estaba solo, entró un cliente pidiendo determinado artículo. Cuando el joven estaba pesando la mercadería, el cliente le dijo: "Añádele un poco más, ya que tu patrón no te está viendo". Pero el joven, levantando los ojos al cielo, respondió sin vacilación: "Mi patrón está siempre presente". Procuraba actuar con honestidad ante el Señor y no solamente a la vista de los hombres.

El alumno que copia, el constructor que emplea materiales de calidad inferior, el cónyuge infiel, el policía que acepta el soborno, el patrón que paga un salario vil, el prestamista que cobra intereses exorbitantes, y el joven que depreda el patrimonio público o privado, cometen actos deshonestos indisculpables a los ojos de Dios. Y aunque los hombres no vean tales actos, son manifiestos delante del juez de toda la Tierra.

Benjamín Sodré relata el gesto de un humilde pescador en el interior del Mato Grosso. Algunos ingenieros pernoctaron en su casa y vieron dos escopetas muy bien conservadas. Le preguntaron si quería venderlas, ya que no disponía de cartuchos y eran inútiles para él. Con sorprendente naturalidad, el hombre respondió: "Mozo, no puedo venderlas porque no son mías. ¡Son de dos cazadores que las dejaron aquí para que yo las guardara! Estoy esperando que vengan a buscarlas, y esto ya hace más de treinta años".

Norman V. Peale cuenta la experiencia de un hombre que encontró accidentalmente una maleta con 250 mil dólares que había caído, no se sabe cómo, de un camión de caudales. La llevó a su casa, telefoneó a la policía y le entregó el dinero. Su honestidad suscitó una onda de reprobación y hasta de insultos. Por fin, para librarse de los que lo criticaban por su comportamiento honesto, vendió su departamento y se mudó a otro barrio de la ciudad.

"La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de su ser; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos" (La educación, p. 57).