¿Salvado por un ángel?
Escrito por Pr. Alejandro Bullon
"Truena Dios maravillosamente con su voz. Hace grandes cosas, que nosotros no entendemos." Job 37:5
Francisco se levantó por la mañana con la sensación de que despertaba en un pequeño bote, sin remos, en medio del océano. Ese día debía pagar tres facturas y tenía un centavo en caja. Todos los intentos por conseguir dinero el día anterior habían fracasado. Estaba ante una dura realidad. Si no pagaba las deudas, sería protestado, y el negocio no andaba tan bien como para resistir un protesto bancario.
¿Qué hacen los hijos de Dios cuando soplan vientos contrarios y parece que la barquita se va a hundir? ¿A dónde corren a refugiarse quienes confían en el Señor? Francisco cayó de rodillas y dijo: "Señor, humanamente no hay salida para mi problema, pero tú estás por encima de todo y eres todopoderoso. Necesito un milagro, y es eso, exactamente, lo que estoy pidiendote que hagas para salvar mi negocio."
A las ocho de la mañana abrió el negocio. Para poder cumplir con el compromiso debía vender hasta el mediodía el equivalente a tres de los mejores días de venta. El y los vendedores esperaban con expectativa la entrada de los clientes, pero nadie aparecía. El reloj indicaba ya las 9:30 cuando entró un hombre acompañado por dos jóvenes. Comenzó a comprar. Pidió un par de zapatos, y otro, y otro. Francisco y el vendedor que atendía al caballero se miraban uno al otro, desconcertados. El hombre no paraba de pedir, y cuando llegó la hora de pagar, sacó del bolsillo un enorme rollo de billetes y pagó todo al contado.
Francisco le preguntó: "¿Quién es usted? ¿Puedo ayudarlo a llevar sus paquetes hasta el auto?" El hombre le dijo que no era necesario, que había llegado esa mañana, que había subido por la avenida 7 de septiembre, en Salvador, y había sentido deseos de entrar y comprar zapatos.
Cuando el extraño visitante desapareció, Francisco corrió a la caja. Tenía allí la suma exacta para pagar las cuentas. Dios no había fallado. Dios hace grandes cosas que muchas veces no comprendemos. Dios no duerme, está siempre vigilante y atento a la oración de sus hijos.
Podemos confiar en él. Nunca falla. Su respuesta puede no armonizar con nuestras expectativas, pero no falla. ¡Cree en eso!